14 de julio de 2006

A la empleada de mi casa le pasó

Blanca se llamaba, gorda, grande, tuca. La man subia los tanques de gas al segundo piso como si fuera una funda de una libra de arroz.
Ella empezó a los 6 años de edad a cargar ladrillos allá arriba en las faldas del Pichincha.
Se casó jovencita con El Carlos. Un flacucho hecho tres patadas lleno de historias de duendes y aparecidos. Hasta en este entonces tenían dos hijos.

El Carlos era un borracho. Cada vez ke llegaba a su casa ebrio... BUM PAF POW RAW GRRR POING POÑOÑOING! Blanquita al piso.

Lunes 8am. La Blanquita llega a trabajar. Ojo morado. Dedo gordo del pie roto. Cabeza rota. Sin 1 diente.

Mi papá como buen gringo ke es, quedo impactado, en shock. En pocas "se kedo loko!" y mi madre... ella, tan buena consejera ke es... (notese el sarcasmo por favor) le dice:
"Blanquita, la próxima vez ke llegue el Carlos borracho y le quiera pegar, peguele usted más duro, usted es más grande y más fuerte, y de ley ke usted le gana".

Y así fue.

Una noche llega el Carlos borrachaso!! en la veeeeeeeeeeeeeeeerga!!! la Blanquita obviamente lo estaba esperando.
Apenas el quiso alzarle la mano, la Blanquita alza el colchon, saca un tablon de debajo de su cama y... BUM BUM BUM

-Alo?? Doctorita??? Verá hice lo ke usted me dijo y ahurita el Carlos está inconciente y sangrando... ke hago???
-QUE?!?!?!?!?!?!?!?!!?!?!? LLevele al Vozandes y nos vemos allá.

Cabeza rota. Nariz rota. Faltando 2 MUELAS. 2 costillas rotas. Muñecas rotas.

Mi mamá pago los gastos médicos.

Resultado:

Un marido fiel y cariñoso. Perdonador de infidelidades repetidas. Un wawa ke no se sabe si es de él o del chofer del Calderón quien porsupuesto es el padrino del wawa.

And so they all lived happilly ever after.

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