Ella entró al baño del colegio. La niña que siempre había admirado, salía de la tercera puerta de izquierda a derecha de los cuartitos de baño.
Tras ella, el sonido del agua revolviéndose de derecha a izquierda en la taza del baño acompañaba su andar.
La vio quedarse estática frente al gran espejo que reflejaba las tres puertas.
Las dos frente al espejo, descubriéndose mujeres.
Ella la miró sacar de su mochila un pequeño bolso negro que contenía el maquillaje con el que solía ocultar su belleza natural.
La miró tomar con la paleta una sombra celeste y cubrir primero su párpado izquierdo, luego el derecho.
Abrió los ojos, el espejo la mostró celestemente ensombrecida. Sonrio.
Sacó entonces un envase de brillo labial con toques rosa y escarcha. Lo pasó por sus labios. De derecha a izquierda. Los juntó y los restrego entre ellos, los volvió al espejo rosadamente escarchados.
Miró su pequeño reloj de pulsera. Salió del baño con apuro.
Mientras ella la miraba salir escarchadamente ensombrecida desconociéndola como mujer.
Entró por la tercera puerta de izquierda a derecha. Cerró la puerta y quiso percibir su olor, imperceptiblemente movió su cabeza, de derecha a izquierda aspirando profundamente. No encontró su aroma. ¡Qué lástima! -pensó-. Y se sentó a orinar.
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