-convirtiéndome en lo que siempre odie-

Ésta mañana mi abuela me dijo: "Te estás pareciéndo a tu tía D.".

Mi tía D. es la única tía a la que cuando era niña temí. Ella era la típica mujer que jamás sonreía y que siempre estaba enojada. La que siempre estaba castigando a sus hijos, y a la que no le gustaba que los demás primos fuéramos a dormir a su casa.

Con el tiempo, cuando ya fui madre, comprendí lo difícil de su caso. Ella se había casado a los 18 años con mi tío y tres años después ya tenía tres hijos. Todos a año seguido y el último, enfermo.
Para mejorar la situación de salud de su hijo más pequeño, la familia tuvo que trasladarse al campo y vivir casi aislados del resto de la familia.

Cuando pensaba que el Demoño me sacaba de quicio, pensaba cómo habrá sido para mi tía D. el tener la misma edad que tengo y al mismo tiempo tener que lidiar con tres niños pequeños.
Y le di la razón para su histeria.
Comprendí que por la responsabilidad de tener que cuidar a los tres niños (sin poder encargarlos a nadie más) en los pocos años que tenía debió haber sido muy duro.
Ver como el resto de sus amigas estaban divirtiéndose en la ciudad mientras ella estaba encerrada en el campo sin tener que hacer para divertirse.

Era obvio que se sentía frustrada. Y que su frustración se reflejaba en su mal genio.

Ella nunca me quiso. Peor cuando llegué a la adolescencia y su hija mayor prefería quedarse los fines de semana en mi casa para poder salir a bailar conmigo.
Siempre tenía la peor cara para mí. Supongo que se veía de alguna forma reflejada en mi.

Esta mañana mi abuela dijo "te estás pareciéndo a tu tía D." y eso me duele.

Por mi mal genio y mis constantes peleas con el resto del mundo, estoy convirtiéndome en lo que siempre odie...