¿Cuántos años tendría? Se preguntaba incesantemente mientras miraba a la chica frente a ella.
Su rostro no aparentaba más que quince años. Pero su cuerpo demostraba haber vivido más que eso.
Su belleza indigenista, sus ojos rasgados, la dureza y firmeza de sus facciones realzaban su exoticidad.
Pero una vez más, miraba debajo de su cuello y notaba que esa cabeza no pertenecía en ese cuerpo. Que las marcas que llevaba de uso su pecho denotaban historias que a ella le aterraría contar.
¿Cuántos años tendría? Se volvió a preguntar.
La miraba caminar a su costado mientras levantaba la vista hacia el espejo retrovisor para ver mejor su trasero.
Entonces era sólo eso lo que estaba mal en la chica. Su pecho.
Debajo del saco ligero rosa que llevaba puesta, las figuras redondas de sus senos estaban dispuestas debajo de lo normal.
Era por eso que la chica no coincidía con ese rostro.
Pero aún así, después de haber pagado el pasaje y haber abandonado el bus… Ella se seguía preguntando…
1 comentario:
Humm encuentro un buen blog y un relato reflexivo que da que pensar. Mi opinión personal es que la edad no está tanto en el físico como en nuestra mente. Si la edad nos amarga de golpe parece que tenemos mas edad de la que en realidad tenemos. En cambio si dejamos de fijarnos en ese baremo numérico y dejamos fluir las sensaciones que nuestra mente y cuerpo nos piden viajaremos acordes con nuestra edad verdadera. Buen blog!! Te dejo saludos desde Madrid, España.
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