31 de octubre de 2006

La sociedad del miedo

Doble chapa en la puerta de afuera, doble chapa abajo, doble chapa arriba arriba y cadena en la puerta de adentro. La pastor alemán en el patio ladrando a quien se acerque a más de medio metro de la puerta. Candado en la puerta de la del patio de atrás, aldaba en la puerta de la terraza. Seguro en la puerta del cuarto.

Viviendo en un encierro.

Caminando apresurados por las calles buscando el rostro menos feo para sentarse junto a el/ella en el bus, ver el nombre de la compañía de taxis del que estás a punto de abordar. Mirar atrás cada minuto para confirmar que nadie te está siguiendo.

Viviendo atemorizados.

Vivimos en la sociedad del miedo. Le tenemos miedo a todo y a todos.
Las caras nos "dicen" quien es, y quien no es digno de nuestra confianza y el color de la piel más obscuro de ciertos seres humanos nos aterra.

Vamos por las calles apretando nuestras pertenencias personales o con la mochila colgada al pecho.

Desconfiamos de todo y de todos.

La mujer que trabaja en la casa es la culpable de las frecuentes desapariciones de jabón, papel higiénico y azucar en el hogar.

Buscamos culpables para nuestros miedos, sin darnos cuenta de que somos nosotros mismos los culpables de los mismos y que, definitivamente, a quien más deberíamos tenerle miedo es a nosotros mismos.

Vivimos en la sociedad del miedo, temiendo perder lo que el esfuerzo de nuestro trabajo (o el de nuestros padres) nos ha dado.
Tememos perder objetos materiales que nos causan cierta satisfacción al ser utilizados.

Hace algunos días me subí al bus que me llevaba a la Universidad. A la altura de la U Central, una mujer de edad subió al bus completamente lleno, un muchacho que estaba en la tercera fila se levantó y amablemente cedió su asiento a la señora.
La mujer agradeció el gesto.
El muchacho caminó hacía la primera fila (yo estaba sentada en el motor, viendo hacia el final del bus) y se inclinó ligeramente hacia la chica que estaba delante de él.
Utilizó su mochila para cubrir ligeramente la visión de la chica, y con la mano que tenía libre, empezó a hurgar en los bolsillos delanteros de su bolso.
Por primera vez utilicé una de las cosas que más odio. Pspisie al cobrador, quien me miró y a quien yo mostré con mis ojos, la escena que acontecía frente a mí.
El cobrador lanzó un gran: OYE! Lo tomó del brazo y lo bajó del bus.
Recordé entonces por que tengo que ser más desconfiada.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Gaby: que bueno leerte de vuelta. si hay que tener mucho cuidado con los que nos rodean, no por el hecho malicioso de querer juzgar a todos, pero porque uno nunca sabe "por donde salta la liebre"

Besos!!!

Byron Ronquillo Narváez dijo...

Lo que si está mal es dicriminar a alguien por la raza, eso si debería estar acorde a lo que supuestamente hemos evolucionado, pero nada que ver.

Por eso me voy a casar con una morenita bien bonita :)

Besos Gaby enchulada

Pentapodologa dijo...

Eso si da miedo, aunque hay veces que la gente se pasa de desconfiada, realmente se pasa.
Felicitaciones por enchular tu blog!

Anónimo dijo...

Creo que el miedo existe desde que el hombre es hombre (y a lo mejor desde antes). Todo se reduce a una cosa: tememos lo que no podemos controlar.

Felicitaciones niña por el triunfal regreso. Un abrazo.

Unknown dijo...

Le hubieras pegado un grito a la oreja del tipo "¡¡¡TE ESTÁN ROBANDO OEEEE!!!" hubiera quedado mejor... jejeje.
Ah y tengo post de terror para Halloween.

Santhros ibn Shinu dijo...

Hola, Gaby, ha quedado muy bonito el blog, pero el fucsia... mentira, a mi parece que quedó muy bien.

Lily dijo...

Pues en yo en tu caso le hubiese metido tal bronca que el choro nunca olvidaría y menos a quien no tiene la precaución de cuidar sus cosas..... No me gusta discriminar a nadie pero tengo cierta antipatía a los delincuentes... jamás los justifico por que son pobres roban sino porque son cómodos y más vivos que yo....

Con las uñas arrañando mis rodillas, SOLO PARA TUS OJOS...LILYPO