Ayer salí demasiado temprano para la cita que tenía... Si es que cogía los dos buses que normalmente me llevan hacia allá hubiera estado alrededor de 20 minutos antes de la hora en la que tenía que estar ahí...
Así que venciendo el miedo de caminar sola, me aventuré a bajar las cincuentamil cuadras que me separaban de verlo a él.
En el camino, justo en el primer semáforo, a mi lado se paró un muchacho ciego.
Él quiso cruzar la calle y por poco un Colón- Camal, lo va atropellando si no es por mi grito de terror (y el de otra mujer que estaba del otro lado) y el volvió a la acera.
Cruzamos la calle y yo seguí bajando. Regrese a ver al muchacho. Vi que caminaba lentamente y que su bastón iba golpeando la pared a su lado. Vi el reloj... Todavía tenía tiempo para llegar.
Regresé y le pregunté que hasta donde bajaba y él respondió que una cuadra más hasta la parada del Trole. Le dije que lo acompañaría y el me extendió su brazo para caminar juntos.
Me sentí privilegiada de poder tener este par de ojos que aunque miopes pueden ver.
Él me contó que canta en una banda de cumbias. Que estudia filosofía en la universidad y que espera algún día encontrar a la mujer de su vida.
Lo dejé en la estación del Trole y vi que faltaban tres minutos para llegar a las graditas donde siempre espero al chiquito de tatuines. Así que tome el bus que supuestamente no iba a tomar.
3 comentarios:
La gente tiene suerte de toparse contigo.
Por eso se te quiere, linda.
Gaby, coincido con Bonny, ese chico tuvo suerte de encontrate!
Se me hizo un nudo en la garganta con lo que leí, de algún modo me tocó de cerca por mi situación, yo también a veces encuentro personas como vos y no sabés lo lindo que se siente!
Te dejo un beso de finde!
Por primera vez sirvió tu miedo atávico a cruzar las calles.
Se te quiere ve!
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