16 de mayo de 2007

-Señora Finita-

Siempre recordaré esos fines de semana en mi niñez en los que junto a las niñas soliamos subir a Luluncoto para estar en su casa. Recordaré también como este sería mi primer encuentro con el sur de Quito, y como con el tiempo, gracias a usted, nunca diferencie a la gente del sur y a la del norte.

Recuerdo esas visitas en las que un helado suyo cambiaría nuestro día. Que poco o nada importaba mi alergia a la lactosa cada que un helado de leche entraba a mi boca. Que la sensación esa de congestionarme la nariz, la garganta, el estómago, lo valía por esos minutos de placer lactosamente helado.

Usted me enseñó una de las lecciones más importantes de la vida, y es que uno no debe discriminar a la gente por tener un origen humilde. Porque conociéndola con los años, supe que su oficio fue siempre desde niña, asar maduros en una esquina, y que a la final, fue todo ese humo inhalado en su vida lo que término con su vida.
Usted me demostró la ternura. Usted me recibió siempre en su casa como una más de sus nietas y cuando nació mi Demoño usted lo recibió como si fuese su bis nieto también.

Y yo le agradezco por los años compartidos. Le agradezco por todas las cosas que aprendí de usted.

Ahora por fín, vaya, descance en paz, que su misión en el mundo está completa.

Hoy no me visto de negro por tristeza, me visto de negro por respeto.

* Para la Señora Finita, abuelita de mis primas.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Fuerte....

Cœlispex dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Cœlispex dijo...

Me decidió a publicar algo que había escrito hace tiempo.